Muchas gracias a todos los que nos han enviado sus poemas con las palabras prestadas por el poeta Andrés Neuman. Te animamos a que sigas participando en la quincuagésima sexta edición que empieza el viernes 25 de abril del año 2014.
Premio al mejor poema seleccionado por la editorial Cuadernos del Vigía. Enhorabuena a Juan M. Santiago León quién recibirá un libro de la editorial.
A continuación publicamos los poemas escritos a partir de las palabras prestadas:
antípoda, piedra, estría, luciérnaga y extranjero.
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Palabras que me decía mi padre cuando se enojaba:
– Pareces extranjero..
País de la antípoda que siempre mencionaban mis amigos cuando querían escapar de sus vidas:
– Nueva Zelanda..
Cicatriz contra la que mi mujer siempre luchaba, pero que ahora, de buena esperanza, bendice:
– La estría es un aviso del cuerpo que te informa que tu piel es como la tierra, fecunda,
y se agrieta..
Material de la que está hecha la adoración a un culto antiquísimo y trascendente:
– La piedra
La duración de este poema:
– Como el resplandor fugaz de una luciérnaga.
El resto es orfebrería..
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TRÁNSITO
No hay método para cruzar
el acantilado tiempo de la muerte.
Intuimos espacios extraños,
oscuridades de piedra y estría
donde todo se torna extranjero.
Detrás de la última luciérnaga
el silencio conquista la palabra.
Ceguera abisal antípoda de sol
que imposibilita regresar
a los poemas posibles.
A José Saramago por su legado.
A Pilar Del Río por su hospitalidad.
Lisboa 19 de Abril de 2014
Nicolás Corraliza
Extremadura, España
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El silencio.
Las palabras no tienen dueño.
No son de nadie. No nos pertenecen.
Vienen de muy dentro.
De muy lejos. De las antípodas.
Se nos rompen en la boca
Como piedras despeñadas.
Se nos clavan en la lengua.
Recorriendo sus estrías.
Marchitándose en su punta.
Sin aliento. Agotadas.
Extranjeras e invisibles.
Como el eco. Y las luciérnagas.
José Manuel Ponce Salgado
Valencia, España
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Vampiro del algoritmo
Irrumpió en silencio como extranjero
que ofreció, cual luciérnaga, su luz
imponiendo su yugo en mi testuz
de manso deslumbrado. Lo primero
fue su piedra miliar en el lindero
del camino, como ley revelada.
Al fín, recibí su lluvia dorada
de buen grado y hasta fue llevadero
cuando escarificó en mi piel su estría
dejando firma. Con su mano umbria
sembró hongos de Yuggoth, libó a su ritmo
enfermizo, -antípoda de la entraña-
de mí pues, más que un dios, era alimaña
virtual, mi vampiro del algoritmo.
Gabriel Merino
Madrid, España
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UN SOPLO DE EXTRANJERO
Da lo mismo el lugar donde yo habite.
Da lo mismo el perfil de mi guarida
Y el escombro que la cubra cada día.
Da lo mismo, habito en una estría.
Y en el aire polvoriento de esta esquina
Me pregunto si algún día yo viviera
En la antípoda del centro de mi herida
¿qué sería si las piedras me quisieran?
Da lo mismo en la luz que en la quietud.
Por la noche la luciérnaga me alumbra,
Mas la luz no abre camino por las sendas,
Soy en ellas un soplo de extranjero.
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Sangrando
luz de luciérnagas
baten sus alas
las mariposas grises del fango.
Moho,
barro.
Sangrando lágrimas verdes
araño mis piernas con las púas del espino
montaña arriba, montaña arriba.
No hay sendero de vuelta.
En las antípodas del sueño está el hielo,
en las antípodas del hielo está la puerta de las luciérnagas.
Extranjera, golpeo la aldaba forjada.
Extranjera sin puerta ni abrigo
nadie acude a mi frío.
Del hierro caen mariposas,
cuerpos secos de polvo y hielo.
Tejidas estrías negras
dibujan sus alas en el suelo
presas de la luz brillante, deshaciéndose, deshaciéndose.
No hay sendero de vuelta,
ni puerta, ni abrigo.
Sangrando luz de luciérnagas
arañan mis piernas
las alas secas de las mariposas.
Barro.
Moho.
Hielo.
Pon
Madrid, España
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El Absoluto
Como un extranjero en este inhóspito parecer,
desconoce lo que yace al costado del camino.
De pie se yerguen a los lados gigantes sombras
y en la horizontal se confunden aguadas acuarelas.
La máscara que soporta en su rostro filtra los
motivos desperdigados a los lados, olvidados.
De sus antípodas deja solo pasar el pasado,
que perfora las sienes y abandona este ahora.
Camina la vida el hombre derrotado, vencido
por sus propias piedras, acaudalados de estrías,
sus ojos contemplan, secos de luciérnagas, el latir
de una hoja y su lento descenso al absoluto.
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la antípoda del verso
En la antípoda,
la sequía de versos llena de estrías los labios
de las farolas que, tímidas, se dejan alumbrar por las olas.
En su antípoda,
las manos extranjeras expolian tesoros, pero solo
en oro y plata y piedras, y no en brillos en ojos ajenos (despierta).
En tu antípoda,
las luciérnagas se besan e iluminan
un sendero etéreo entre hadas borrachas que nunca verás.
En mi antípoda,
el delirio de sus labios, y mis sábanas
ya frías, y ya es verano en la mano que no me acaricia.
En esa antípoda,
versos desnudos que desgarran almas vacías.
En otra antípoda,
las mariposas, las metáforas y la luna
de los poetas que recitan versos a camareras por los bares, y ninguna verdad.
En la antípoda relativa de medio corazón, solo
medio corazón. En la antípoda de tu antípoda,
tú.
Alberto Espuny
Murcia, España
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El viaje
En la falda de la ardiente montaña
de una estría
emerge una piedra.
Peregrina desde el extranjero
a su antípoda.
En la noche brilla cual luciérnaga
acariciada por la luna.
Carmen Lafuente
Madrid, España
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“…No puedo detenerme,
perdonad, tengo prisa,
soy un río de fuerza, si me detengo
moriré ahogada en mi propio remanso.”
(Gloria Fuertes)
He llegado serena hasta aquí,
sin detenerme.
Con estrías, canas y alguna arruga.
Antípodas de lo que fuimos,
ya no jugamos a “piedra, papel o tijera”.
Somos extranjeros en un mundo sin memoria.
Recitamos versos de algún poeta maldito,
o peor aún, olvidado.
Recuerdo una noche de verano,
una cualquiera de las que nunca viví,
buscando luciérnagas, sapos y culebras,
trasgos, xanas y corujas
para inventar el relato de mi vida,
esa misma que todavía saboreo
en algún poema de Gloria Fuertes.
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El piano
Suavemente el silencio se ha hecho forma
que moldean los sonidos de un piano.
Su música es voz, espejo de ébano,
donde nadie es extranjero en su horma.
Siento en la tarde cómo se entretejen
mis sueños y sus acordes de hiedra,
que se tallan como estrías en piedra
y deseo que de mí no se alejen.
Quizá es el albur del piano el espejo
del oriente y su antípoda, reflejo
de un mismo río y la vida azarosa.
Quisiera huir al instante que otrora
la canción, la luciérnaga y la aurora
me mostraron el color de la rosa.
Esteban Ortego
Castleford, West Yorkshire, England
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El caminante
Caminante tenaz, hombre porfiado,
exhausto buscas desandar tus pasos
que a la antípoda de tu raíz te han guiado.
Cual piedra inerme, ruedas los caminos,
bajo luceros que cintilan cual luciérnagas
y la vehemencia de tus sueños peregrinos.
Eres un extranjero más en tierra extraña,
con rostro y alma surcados de recuerdos,
como estría que a vetusto árbol acompaña.
Caminante tenaz, hombre porfiado,
no desandes tus pasos con desgano,
la vida es breve, mas el andar pesado.
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Versos
Los versos no pertenecen a la pluma,
sino a las luciérnagas en vuelo,
a las historias grabadas en piedras manchadas
y a las estrías de los árboles sagrados.
En la antípoda oscura
ellos también se aferran a las palabras que ligan todas las almas,
y ya no somos extranjeros.
Ann Marie Fickes
Virginia, EE. UU.
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Las tinieblas son imaginación,
mi amor es la realidad.
Ni en la antípoda de mi corazón
hallé razón para no amarte.
La piedra de mi zapato se hizo pétalo,
la estría se llenó de bondad.
Los sueños no se sueñan,
se cumplen. Se pueden besar.
No necesito luciérnagas para alumbrar
los centímetros entre tú y yo.
Dejé de sentirme extranjero
acomodado entre tus brazos.
Las tinieblas son imaginación,
mi amor, una realidad.
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No te vayas (inspirado en No te salves de Benedetti)
No te quedes en la antípoda de mi aliento,
no te vayas sin lamer la estría de mi dolor,
no te desnudes antes del vuelo errante de ésta luciérnaga,
no te vistas sin aguar mi mirada de piedra.
Pero, si no te quedas, si decides no quedarte,
y la luciérnaga vuelve a ser piedra
y la piedra, dolor
Y el dolor, aliento amargo,
mi boca, mi boca insomne y traicionera, seguirá derramando tu nombre, antes extranjero.
Keka Conesa Mínguez
Sevilla, España
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Arena
Somos como arena:
se nos van los días con el viento.
Nos llevan por el bosque,
nos vuelven extranjeros;
se mezclan con el polen
que se roban las abejas
de carbón y oro.
De arena somos miel,
somos del cielo las luciérnagas
que jamás volteas a ver.
Nos quedamos prendidas de la noche
hasta que el sol nos barre
con su luz.
Caemos pues del cielo,
como piedras,
volvemos a la tierra
una segunda vez.
Somos como arena:
la piel se nos abre con la sed.
Las estrías reclaman que algo dulce
humedezca nuestros cuerpos.
Días cuyos momentos
se separan
como el agua y el aceite.
Somos como arena:
los susurros nos transportan por el universo
hacia otras bocas,
hacia otras manos.
Nos llevan
hasta las antípodas
que nos hacen ver de fuera
a detalle nuestros granos.
Somos como arena:
a veces arrullamos nuestros sueños
cuando nos dejamos arrastrar
hasta el fondo del océano.
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MI ANTÍPODA
No hay lugar donde fuera extranjero,
Mísero, pérfido y traicionero;
Ni espada que de piedra
no fuera forjada,
que estremecieran mis entrañas.
Como la Luna ensangrentada.
No hay lugar que luciérnaga alumbre,
Miserable, Lázaro y destruido,
Que aún perdido,
Atormentara mi coraza
Y mi podredumbre.
Pues, tan bella de siniestra lujuria
Y enmascarada cobardía,
No porfiaría que ¡Mi Antípoda!
Existieras de lágrimas y desdicha.
Que, de vileza emponzoñada,
con ruda y profunda estría,
En mí, se sintieran dicha.
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Luces de infancia..
¿tu recuerdas de pequeño
cuando en los ribazos del camino
se encendian aquellas luces verdes
todas en fila ?
hasta el nombre suena a infancia,
luciérnagas nos llenaban de alegría,
respeto, cariño,
y que sin tocarlas,
buscábamos entre las piedras
para admirar
con aquellos ojos curiosos
llenos de vida,
llenos de niño y de niña.
cuando llegaba el amigo
extranjero
dandonos tanta importancia
lo llevabamos a las antipodas
del secreto,
para que no supiese nunca
donde soñábamos
viendo
aquellas dulces lucecitas,
que no queriamos
que nadie tocara.
Estriada la vida
cuando ahora pensamos en ellas
ya no están ....
ni infancia
ni luciérnagas.
ni fantasía.
ya no queda nada...
salvo la vida.
Cristina Eme
Zaragoza, España
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Inmóvil, como un punto en la sombra
de mi sombra,
estiro el plexo solar, territorio de
luciérnagas,
y tropiezo con mi antípoda.
Sobreviene un murmullo de luces
sorprendidas por las estrías que
lamían las paredes de mis sueños;
y, cuando la constelación de sombras
y luces interiores
va a formar un
corro para el juego, vuelvo a mirar:
si es la proximidad de las piedras
que me conjugan,
si el atardecer lluvioso del antiguo deseo…
es lo que me convierte blandamente
en el mejor extranjero.
Paloma Bienert Barberán
Santander, España
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Caminante
Botas viejas
cubren mi piel de extranjero
por el borde de tu camino,
atravesado por estrías que brillan en las piedras.
Son lágrimas de luciérnagas
levantando el polvo de las antípodas
del espejismo que nunca alcancé.
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Globo terrestre
Antípoda es una esfera terrenal de hemisferio que de
piedra en piedra se forman olas, cielos y ondas que son
estría como relieve que cruza en nuestras venas, pero que son arboles con
luciérnaga, como lampara que giran el mundo para saber cual es el ambiente
extranjero.
Piedra angular, sinigual que traza el mapa de esperanza para seminar trigo , dejando las flores son luceros de vida, que son lampara universal que forma nuestro globo terrenal.
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Inxilio
No creas en la luz de las antípodas que la vida te presenta. Eres siempre extranjero en tu propia tierra. Mira el horizonte y alcanza una piedra. Tómala fuerte que tu mano la apriete. Esa realidad suspendida es tu presente. Nunca te dejes tentar por las luciérnagas.
Irene Costa
Mar de Plata, Argentina
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Algo redondo.
No somos
seremos
como la estría en la piedra
Nos verán
desde el cielo
como luciérnagas
Pero estamos condenados
a ser extranjeros
antípodas en el universo.
Salvador Tamayo Morales
Malaga, España
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Poemundo
Mi mundo:
La poesía, dijo sonriendo a la camarera.
Un mundo sin extranjeros.
De forma y volumen como suave piedra de río,
con sus antípodas a veces cerca y otras lejanas.
De negro color, así las palabras brillan eternas
como luciérnagas iluminando
al que abre un poco los ojos
y mira a través de las estrías de su imaginación.
La camarera que sabe traducir
con impecable exactitud a los clientes
sonríe a su vez y entiende que:
Este borracho venido de las antípodas
que habla con la boca llena de piedras
una lengua difícil de entender,
sustancia su odio al extranjero en satíricos ripios.
Pero el brillo de luciérnaga de sus azules ojos,
le delata.
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Correspondencia
Todas las cartas que recibo
del extranjero
hablan de luciérnagas apagadas
y brotes de dudas.
Llegar por sorpresa
y rodean mi cuello
como piedras ensayando asfixias.
Me piden opinión
de sus puntos y sus comas
yo corrijo sus estrías,
despacio,
con la mano nostálgica.
Todas las cartas que recibo
contienen algo de ti,
de la antípoda,
de esa porción que se ha ido.
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¿Alguna vez
has tomado entre tus manos
una piedra
como si fuera
el cadáver de una luciérnaga
y la has olido?
¿Has acercado a ella tu oído
para escuchar
ese idioma extranjero
que es hablado
por todo aquello que nunca ha estado vivo?
Yo sí.
Lo hago en tardes como esta,
llenas de surcos y estrías,
de calles de sentido único
y soles que se derrumban
sobre las flores dormidas.
La luna, en las antípodas,
aún tardará en llegar
para despertarnos los labios
y transformar en joyas nuestras uñas.
Y así, dejo detenidos mis pensamientos,
sobre piedras que fielmente
forman un lecho, un hogar.
Francisca Prieto Martínez
Cehegín, Murcia, España
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XENOFOBIA
Brillan dentaduras y los ojos
como luciérnagas en la noche,
en el instante que salta la valla de la indignidad
una migración herida por el hambre
y las cuchillas de esa alambrada
hecha con desprecio y avaricia.
Y los arañazos como surcos
se hunden en las estrías de su alma
con la paradoja del ser humano,
que llama extranjeros a hermanos
y les separan con muros de piedra..
Que es capaz de inventar guerras
al continente africano,
antípodas del mundo desarrollado,
Xenofobia de color oscuro denigrado..
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Dios, si existe, es un guionista pésimo,
todos conocemos el final de su obra
por ello, quiero como Ulises, ser extranjero
buscar en tu piel Ítacas y luciérnagas,
que hagas estrías y señales en mi alma
que lancemos piedras a las puertas del cielo.
y que no exista más argumento
que la improvisación de tus besos.
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Luna de piedra
Luna canto de piedra,
luz de noche tenue
que el poeta inventa, no habita
Luna de estrías, golpe
de asteroide brutal
bombardea su silueta aterida
Luna de farero de mil desastres
que alivia al escarabajo
de su luz de luciérnaga. Ésta noche
Luna del extranjero relegado
hasta más allá de la antípoda
Por el ojo de la cerradura de la misma sangre
duele al poeta en su cesión a la materia
Sus dedos aún crepitan
con estertores de olvido
No ha cantado sus adioses,
y aún así abdica a la tortura
en el tránsito
Su pupila es una luna de piedra
que no se cierra por sí misma,
en la tierra surcada yace
y su ojo es una noche tenue
Cuatro madres de madres
no velarán su epitafio
Miguel Ángel Carrasco Peña
Sevilla, España
❆ ❆ ❆
(parece fácil la manera
en la que conviertes las cosas)
quitas a la tierra sus estrías,
como si desprendieras
sin esfuerzo la cáscara de una nuez
puede resultar sencillo
el lenguaje de las piedras,
o saber, por ejemplo de tu boca,
la termodinámica del agua,
mientras miro a ojos-luciérnaga
el temblor de tu mano en la piscina
parece sencillo -te decía-
recibirte extranjero en mi pecho,
aún sabiendo que hace tiempo
nuestras lenguas cabalgaron
como locas las antípodas
❆ ❆ ❆
Ya no siento
Y a tu lado me sentí extranjera,
en piedra me convertí
y a jirones quise arrancar las estrías de tu dolor.
Y quise huir, invisible,
cual luciérnaga de día.
Y en las antípodas de tu ser,
tan sólo, latir.
Victoria Romero Lacomba
Sevilla, España
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la plaza del pueblo
se aglomeran dias sin pausa,
algarabia, risas, aplausos,
y las milenarias piedras obsenvan,
a los hijos del pueblo, amigos, invitados
¡nadie es extranjero!
ardia la tradición, en atmosfera
azulada, cintas grisaceas se
desprendián.
El judas se deshace.
-decián-
timidas luciernagas,
de las llamas el brillo recogián,
en las antipodas de la plaza,
el dia vivian
y el surco de las estrias, del tiempo,
implacables, cobija a los ausentes,
los desaparecidos.
Alli, en las esquinas, se llergue
un recuerdo y otro, mi niñez.
Juliana Mallen Matarranz
Madrid, España
❆ ❆ ❆
Del orbe una brecha,
de la tierra una estría,
polvo, arena, piedra,
viaje a las antípodas, extranjero,
de la confusa nada, luciérnaga,
la
vida se desvela.
Nacho Arasa
España
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Fuego de campamento
La conocí en un campamento de verano
entablamos conversación una noche
que las luciérnagas iluminaban nuestros recuerdos,
los de ella estaban en las antípodas de los míos,
pues no sé si por ser extranjera añoraba más su tierra
o tal vez porque jugando a lanzar la piedra al agua,
yo recordaba mi infancia contando los botes que daba.
Debí aplazar su llanto con mis caricias
y ella me lo agradeció con sus besos,
aquel incipiente amor duró tan solo tres días más,
los que tardamos en acabar esas vacaciones,
luego tarde mucho más en restañar las estrías
que aquella extraña había dejado en mi corazón.
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