Muchas gracias a todos los que nos han enviado sus poemas con las palabras prestadas por la poeta Rosa Silverio. Te animamos a que sigas participando en la sexagésima séptima edición que empieza el viernes 5 de diciembre del año 2014.
Premio al mejor poema seleccionado por la editorial Cuadernos del Vigía. Enhorabuena a Francisca Prieto Martínez quién recibirá el libro
Matar al padre de Rosa Silverio de la editorial
Huerga y Fierro.
A continuación publicamos los poemas escritos a partir de las palabras prestadas:
mancha, sabandija, despeñadero, barquero y matar.
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Lento vaivén del mar.
Rojas las aguas; fin de los días.
El barquero
se ha dormido esperándome
en su lecho de madera y sal.
Sus dedos tatuados de manchas
aún llevan la cuenta
más antigua del mundo.
Aguardo un poco más
al borde del despeñadero.
Intento contemplar las estrellas
una última vez:
El miedo es una sabandija helada
que anida entre mis pechos,
y solo la luz más anciana
la puede matar.
Francisca Prieto Martínez
Cehegín, Murcia, España
❆ ❆ ❆
El barquero quiso llevarle,
hasta esa mancha oceánica
de su piel cruda y deshojada.
Ella, le permitió probar el llanto
y su agridulce aliento a soledad.
El, le permitió matar el recuerdo
y convertirlo en leyenda.
No hay cima sin despeñadero
ni fuente donde una sabandija
encuentre tanta sangre potable,
como en la herida enamorada
de un corazón suicida.
Suso Torriente
Madrid, España
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¿Quien quiere… pasar la barca barquero…?
Eso era antes…
Cuando éramos felices.
Cuando nuestro único problema era…
La mancha de carmín en nuestro uniforme…
Cuando de nuestro pequeño refugio…
habíamos salido como la sabandija
por el despeñadero…a gatas, a hurtadillas
con el traje de cuero en la mochila.
Con la única intención
de matar al tiempo,
Antes de que él, nos matase de hambre.
Milagros Higueras Moreno
Alagón, Zaragoza, España
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El bar del arquero.
Matar las penas sueña
en el bar el arquero
mientras el sol se pone
tras el despeñadero.
Lavar las manchas piensa
la mujer del camarero
mientras la sábana extiende
en el tendedero.
Pregunta el arquero:
¿De quién es ese niño
rubio como el barquero?
Responde el camarero:
Bebe y calla sabandija
y paga con buen dinero.
❆ ❆ ❆
Justicia
Como barquero remando
con precisión,
se dispone a lavar la mancha
que hace décadas
soporta,
le pesa
y encorva.
Justicia en firme.
matar.
Arrastra la sabandija
al despeñadero.
Y cumple la sentencia
lanzándola al vacío.
Carmen Lafuente
Madrid, España
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Trago de poesía.
Lo reconozco,
esta manía mía de hacer poemas,
esta mano izquierda,
lastimera e inútil
reclamando su lugar.
Este no parar de ver fuera
lo que debería estar dentro,
no es otra cosa que un trago de vodka
para mi cuadriculado espíritu.
Aún entono letanías
sosegando la sabandija del lóbulo.
Voy mascando el fracaso de los soles de agosto
por las callejuelas de plomo, y me hago lluvia
alguna tarde.
Escribo poemas de guerra sin mancha,
(la sangre es privilegio de corta estancia)
evasiva que va matando poco a poco,
los pronombres personales, ocultos
entre amapolas sudorosas.
Para no sentir el torpe ademán de los días ciegos,
los cincelo en las servilletas de barra y soledades.
Es más llevadero el golpe revestido de filigrana.
Y la piedra,
(sombrío tropiezo por enésima vez)
es menos hierática con forma silábica.
El despeñadero del pasado es eutanasia de lo venidero
cuando nos asomamos a lo nuevo con mirada de perros viejos.
Lo reconozco,
escribo poemas para no amparar al barquero
que desde la ribera pide indulgente un remo.
Su grito envuelvo en metáforas de galernas
y diéresis acartonadas.
-La miopía de mi corazón es óbice inmóvil-
Escribo vestida de vocablos para no sentir el látigo
de mi cuerpo cansado en las orillas del norte.
Si, escribo poemas para no sufrir
el " yo" sin ornamentos que tal vez no pudiese
soportar.
Matar al dios que cimenté con mi costilla
para poder morir,
y escribir el poema de los poemas
cuando por fin vea mi vida
sin el filtro de la palabra.
Pilar Gorricho.
Logroño, La rioja, España
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Las manos del barquero
Barquero que marchas errante con las marcas de los remos en tus manos,
ajadas por la salitre,
caminante sin rumbo
por el despeñadero del tiempo iracundo,
que taladra tu cabeza con las manchas de un pasado aciago y triste.
¡Por qué agachas tu cabeza por el peso de la vida!
Camina erguido barquero perdido,
tus manos han salvado vidas,
cada vez que surcabas el mar ayudando a quien quería escapar,
la tristeza es como una sabandija a la que debes apartar,
mira al otro lado de ese acantilado,
verás lo que el mundo no ha conseguido matar.
Ángela Ceniza
Madrid, España
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La casita del jardín
“¿Cómo podía no ser encantador un trabajo que se presentaba como una obra de cotidiana belleza?. Llevaba implícito todo lo que hay de novelesco en los cuartos donde juegan los niños…”
(Henry James.–“Otra vuelta de tuerca”)
En aquella casita algunos tiramos por un despeñadero,
con alegría despreocupada, el resto de los niños
que fuimos, escuchando discos de vinilo,
recostados en aquel sillón con cojines
inconscientes de que, con nuestros primeros pitillos,
matábamos buena parte de la infancia
compartida.
Los gatos, la Creedence y el Moonflower
oficiaron de puentes y barqueros
entre la orilla del colegio y el abismo de una calle
abierta como una selva o un sexo incipiente.
Entonces, sólo era sabor a tabaco y chicle
en la saliva de las chicas.
Jethro Tull, Oldfield, Wakeman y los Floyd:
olor a pachuli, libros tirados por los rincones,
botellas con restos de mezcla, manchas
indeterminadas en la ropa, tenue luz.
Con la risa, el miedo y los nervios de que alguien
pudiera invadir aquel paraíso limitado
que habíamos colonizado
como niños exploradores
por el pasillo trasero
que conducía a la piscina.
Y la madurez acechaba, como
una sabandija agazapada, pero
aún no lo sabíamos.
Gabriel Merino
Madrid, España
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En este tiempo sin voz
Habría que matar soñando los rencores de los dos,
Los rencores que no entienden el perdón,
Que no asumen el dolor como un despeñadero incierto
Que te envía a los reductos de tu yo.
Habría que calmar jugando a esa terca sabandija interna
Que nos mancha la razón y nos marca los confines
Donde yo ya no soy yo, donde tú pierdes la voz.
Habría que sentir fluyendo cuál orilla es la del
Tiempo que no confluya en el Hades
Sino en la rama dorada por si el barquero reclama.
Habría que gozar entonces del perdón de ser tú y yo,
Del fluir como los dos en este tiempo sin voz.
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Dudas
No tengo otra manera de vivir
que matar la sabandija que hay en mí
todos los días.
Ella me pica por dentro, yo la aplasto por fuera.
Cada día pierdo una parte de mí.
Pero hay noches que al borde del despeñadero me quedo insomne.
Creo ver entonces de lejos un barquero acercándose.
Y no tengo más afán
que hundirme en esa mancha inmensa que es el mar
para que él me salve la vida
o yo la suya.
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RENACIMIENTO
Revoco las manchas de mi cuerpo dejadas por alguna sabandija del pasado.
Y purificada, desnuda, virginal, inicio tu descubrimiento.
Cojo aire.
Me lanzo por el despeñadero de tu boca y buceo por tu garganta con el
ímpetu del aguacero.
Ya estoy dentro.
Nado de puntillas por la suave marea de tu febril pecho y, apoyada en él,
me acelero con la aceleración de tus latidos.
Avanzo.
Busco refugio en la calidez de tu ombligo arqueado y lo rodeo a brazadas
cortas con escaso aliento.
Entre tu silencio y el mío, contenidos, alcanzo el pubis sin demora. Ya sin
aire.
Me muero, me matas.
Una última bocanada, y tus manos ávidas me atrapan y me llevan sin demora
por el camino inverso.
De vuelta al despeñadero de tu boca, aspiro tu aroma, respiro profundo,
a salvo del naufragio.
Entre oleadas, tú gobernando, yo renaciendo...
¡Echa el ancla, barquero! Quiero vivir en éste mar nuevo.
Keka Conesa
Sevilla, España
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No me matas, yo me muero
No me importa ya la muerte,
si me llegas a matar.
No te quedes con el ansia,
sé que no voy a llorar.
Yo pago al negro barquero.
Cruza la Estigia mi lancha.
Ya te fuiste de mi cuerpo
y hoy mi alma está sin mancha.
Dicen que Amor entra fácil
pero difícil sacarlo.
Se equivocan, es inútil
cuando no hay para salvarlo.
No seré yo quien te deje
congelarme en este invierno.
¡Eres una sabandija!
“Pués” pudrirte en el infierno.
Vuelo sola, ahí te quedas,
hoy no ganas, yo me muero.
No me tienes, te abandono.
¡Tírate al despeñadero!
Mª Jesús Robles
Madrid, España
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TROTA QUE TE PEGAS LA TORTA
Desde un despeñadero
de Córdoba,
cruzando la Mancha
llegué a Asturias
para trabajar de barquero.
Me encontré con una sabandija
que no quería pagarme
ni para matar mi hambre.
Chelo Rams
Valencia, España
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Sueños
Lejos del castillo ,el barquero
miraba y admiraba
a su princesa en silencio,
bogaba y bogaba
Entre aquellos esfuerzos
sus pensamientos,
sus lamentos,
su amor, su resentimiento,
si pensaba en matar
arreciaba ese viento.
Pero ahí está esperando,
que caiga la sabandija
por el despeñadero,
y mientras canta y canta
esperando que la muerte
se acerque como la hiedra
al que mata a su princesa.
Antes que muera la sabandija
él velará por su barco
inmaculado sin mancha,
para recibir a su amada
no tiene nada
solo su barca!!
Sueña el barquero,
sabe que su princesa
solo es de cuento.
Cristina Eme
Zaragoza, España
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CEREMONIA
Hay una mancha que se acerca.
Una sabandija disfrazada de barquero,
con la intención de matar la vida.
Por el despeñadero que conduce a la otra orilla,
la arraigada tristeza,
devora las huellas que un día fueron camino.
Nicolás Corraliza
Cáceres, España
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Orfeo
Persiguiendo el amor que fue mordido
por la serpiente de la mala suerte
ofrezco mi óbolo a barquero inerte
que cuida las corrientes del olvido.
Duermo con música, luz y sonido
al tricéfalo guardian de la muerte.
Evitad la mirada nos advierte
Hades, amo de un reino descendido.
Mis ojos caen por el despeñadero
de sus pupilas que se hacen eternas
la dulce hazaña la mancha el deseo.
Como una sabandija en su agujero
me muero sin mi musa sempiterna
en esta soledad vagabundeo.
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Sabandija
Cómo me creí tus verdades, niña.
Tan tuyas y tan poco nuestras.
Con qué delicada suavidad
acunaban mi dulce sueño.
Lejos del abismo atroz de tu
delirio insomne. Manchadas
con el rojo turbio de tu boca.
Tan tuyas y tan de nadie.
Llanto eterno de barquero
que sin su amado velero
mata su inútil tiempo
en el filo del despeñadero.
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